Daniel, el tiburón bebé, y Alejandra, la caballito de mar
En el inmenso y misterioso océano, vivía un pequeño tiburón llamado Daniel. Aunque era joven, su cuerpo ya mostraba señales de fuerza y sus dientecitos, afilados como agujas, crecían rápido. A pesar de ser aún un bebé, los demás animales del mar ya lo miraban con recelo.
Es un tiburón… hay que tener cuidado, susurraban algunos peces.
Daniel no entendía por qué todos se alejaban de él. Si apenas sabía cazar, si solo quería jugar. Un día, nadando tras un cardumen brillante, se alejó sin darse cuenta de su hogar. Cuando quiso regresar, el agua era diferente, y el mar ya no tenía el mismo olor. Estaba perdido.
Asustado y triste, se escondió entre unas rocas cubiertas de algas y comenzó a llorar.
Fue entonces que apareció Alejandra, una caballito de mar pequeña, de cuerpo delicado pero con un espíritu valiente. Ella lo observó desde lejos, con ternura, y se acercó sin miedo.
Hola, ¿te encuentras bien?, le preguntó con voz suave.
Estoy perdido… y nadie quiere estar cerca de mí porque soy un tiburón, respondió Daniel, entre lágrimas.
Alejandra no se alejó. Al contrario, se acercó más.
Tú no elegiste ser tiburón, ni cómo te ves, ni de dónde vienes —dijo con firmeza. Pero sí puedes elegir quién decides ser a partir de ahora.
Daniel la miró con sorpresa.
¿Aunque todos piensen que soy peligroso?
Sobre todo entonces, respondió Alejandra. Cambiar no es negar lo que eres, es usarlo con amor. Tú puedes decidir si serás un tiburón que asusta… o uno que guía, protege y da ejemplo. La apariencia no define tu corazón.
A partir de ese día, Alejandra cuidó de Daniel como si fuera suyo. Le enseñó a nadar sin hacer ruido, a observar antes de actuar, a hablar con paciencia, y a usar su fuerza no para imponerse, sino para proteger. Poco a poco, los otros animales del arrecife comenzaron a acercarse. No por lo que era, sino por cómo se comportaba.
Un día, mientras jugaban con burbujas, Daniel le dijo:
Alejandra… tú me ayudaste a cambiar. ¿Puedo llamarte mamá?
La caballito de mar sintió una ola de emoción en su pequeño pecho.
Claro que sí, hijo. respondió con una sonrisa. Porque las familias no se forman por la sangre, sino por las decisiones que tomamos con amor.
Desde entonces, Daniel no fue solo un tiburón distinto. Fue un tiburón valiente, no por su fuerza, sino por su capacidad de cambiar, de amar… y de elegir quién quería ser.
Reflexión final:
Nadie elige cómo nace, ni su color, ni su cuerpo, ni su procedencia. Pero todos, absolutamente todos, podemos elegir cómo tratamos a los demás, cómo usamos lo que tenemos, y qué historia queremos contar con nuestras acciones.
Cambiar no significa traicionar lo que eres. Significa mejorar, crecer, aprender y construir algo más grande con eso que te hace diferente.
¿Y tú? ¿Estás eligiendo cada día quién quieres ser… o estás dejando que otros lo hagan por ti?
Hermoso ❤️ mensaje el de esta cuento 🙌🙌🙌
🙏Gracias infinitas 🙏 🙌 🙏
Crédito al autor ❤️.
Para quienes leer mi blog les gusta 🙂....
Les comparto mis datos de Mercado 💹 pago 👆
Cualquier $ colaboración 🙏 🙌 🙏 ayuda para seguir compartiendo contenido ❤️❤️❤️
Alias de MERCADO PAGO 👇
sandra.629.avala.mp
No hay comentarios.:
Publicar un comentario